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K y B (dos viejos amigos)
Una mañana de
finales del año mil novecientos sesenta, sobre los curiosos márgenes del éter o
de la literatura, un viejo insiste en hablar con él. Aunque sea unos pocos segundos, dice. Lleva un largo tiempo intentando
persuadir al guardia, y cuando está a punto de sentir el peso de la paradoja por
aquella historia (y otras) que cuidó celosamente, como nadie lo habría hecho,
el guardia desaparece. Regresa al instante acompañado por un hombre todavía
joven, flaco y algo aletargado.
El viejo y él se miran, se miden, sorprendidos uno por el aspecto del otro; da la sensación de que van a fundirse en un abrazo, o a golpearse con furia. El guardia hace eco de la solemnidad de la situación, y retrocede unos cuantos metros. El viejo no reconoce rencor en los ojos del joven, y está más que claro que está muerto y que lleva una eternidad en el paraíso; el joven ve el dolor en los ojos del viejo: destierros, exilios, oprobios y calumnias, una larga vida, y la incertidumbre acerca de su permanencia en la eternidad.
Todavía en silencio, el joven estira su mano, el viejo la estrecha y baja la cabeza.
- Comprendo lo que hiciste–le dice–. No te aflijas. No hay traición si tú creíste que esa era tu meta.
El tiempo se acabó y el guardia se acerca. Toma suavemente del brazo al joven que, dócil, se deja llevar. Dan media vuelta y por encima del hombro le dice gracias por todo, Max.
- Gracias a ti, Franz –le responde.
Kafka, ya de espaldas a él, mientras camina alejándose, sonríe amargamente y acaba por comprenderlo todo.
Kafka y brod???????????
ResponderEliminarmuy bueno, bueno
que hubiera sido del proceso o el castillo de no haber sido brod???
Muy bueno, Juan. Creo que deberías hacércelo conocer a tus compañeros cuando se lea La metamorfosis. María
ResponderEliminarEspectacular, juanito!!!!!!!
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