17 jul 2012

Una casa tan grande como un mundo

Alguna vez fue mi casa tan grande como el mundo
y nos buscábamos entre las habitaciones y la sala
como si fueran ciudades por descubrir.
Siempre quedaban espacios por abarcar, que dejábamos
para más adelante, para cuando existiera pasaporte. 

Todo era tierras hospitalarias, transidas de misterios,
cuadros viejos y sótanos poblados de alimañas y monstruos.
Y todo era infinito:
Todo era ríos, mares, montañas.
Todo era libros por leer.
Todo era canciones por escuchar.
Todo era mujer esperando ser besada.
Todo prometía, todo se aproximaba.

Pero toda casa tiene grietas
Como oscuras gargantas furiosas
Y de afuera comenzaron a llegar miles de viajantes:
Entornaban los ojos y hablaban y eran sabios, profetas,
Genios, visionarios, guerreros o iluminados.
de sus morrales sacaban ramos de luz
historias de reyes generosos y reinas ninfómanas,
de magos alquimistas, caballeros de temple y hacha
y bufones que hacían reír y llorar a un mismo tiempo.

Y como asistir al entierro de nuestro dios
un día descubrí que el mundo
era más grande que aquella casa.
Algo supe, algo aprendí entonces:
se buscan festines y se pierden los dientes,
se busca la viña para saciar la sed y se hallan cardos y peces,
se buscan puertos donde ser bienvenido y se hallan guerras civiles
ángeles en huelga y ecos de marchas militares.

Pero no siempre es tan injusto el camino:
dicen que se aprieta pero no se ahorca,
más bien se ahorca pero no se muere:
se subsiste en agonía, en las sábanas mugrientas,
en los restos de penumbra, en los vasos rojos de tan tristes.
Y pasan días tan veloces como liebres, como ráfagas de risas
que como los relojes borramos la memoria,
y asimos nuestros cuerpos, nos empujamos y caemos,
nos damos la mano y volvemos a empujarnos, olvidando quizá
lo único cierto: buscamos el camino de regreso a casa,
un camino en la oscuridad, entre la niebla y en la imposible distancia.