13 sept 2012

Londres n°36




Los muertos rondan por la casa.
Vemos sangrar sus hojas y nervaduras.
Son fieles testigos de esto
Las visitas/nuestras ropas/los espejos.
Los oímos sollozar/
Desplegar su plumaje herido
Quebrar su pan duro/ sus huesos/una y otra vez
En la pesadilla de su vigilia/ en su eterno vagar
Mueven/ remueven el pasado y el futuro
Descorren telones/crían aves/horadan los muros.
Todo/todo aquello
los muertos que rondan por la casa.

Los vivos prenden velas/ en la puerta de la casa.
Mantienen viva la memoria/ de esos muertos.
Los vivos no saben/ en su dolor
Que los muertos rondan por la casa.

Van y vienen/ con su ruido de cadenas rechinante
Son vacilantes en las sombras/ son fuertes al silencio.
Creo que piden/por un Dios ausente.
Nosotros los oímos/ rondar por la casa.
En el día/ cuando todos viven
En la noche/ cuando todos duermen
Ellos/los muertos/rondan por la casa.

Como en una película muda
Son pálidos y oscuros.
Exhortan la luz/rechazan el rojo de la sangre
Levantan el vuelo/nunca despegan.

Ellos rondan por la casa.
Por toda la casa.
A veces lentos/ en susurros de pasos
Otras veces fuertes/ en gritos pálidos.
Buscan paz/una llave quizás
Un recinto cómodo al fin/donde descansar.
Hurgan en los libros/ aunque ya no pueden leer.
Nostalgia será/por lo que les costó la vida.

Ellos rondan por la casa.
Y las cañerías suenan/ las paredes golpean
La tensión sube/baja/el polvo vuela.
Señal que rondan por la casa.
Algunos se peinan frente al espejo/ otros se prueban nuestra ropa.
Juegan/ a ser lo que eran/ niños en trajes de hombres/y mujeres
Niños que no creían/ en monstruos nocturnos
Niños que no creían/en cielo y en infierno
Niños con palabras duras/niños en trapecios
Niños de manos afiladas/sólo niños.

Los muertos rondan por la casa/eso ya lo dije
Ellos rondan/ nosotros no les tememos.
Sólo las visitas/les temen.
Las visitas/ que ya no llegan.
Temen que en el pasillo más oscuro/del remordimiento
Donde nace el miedo/y el miedo nunca muere
Temen/que en esa esquina/de la memoria
Se les aparezcan/estos muertos
Los muertos que son suyos/que cargan
En sus espaldas/en sus manos/en sus ojos.
Las visitas ya no vienen/y es que temen
Porque no puede  morir/lo que ya ha muerto.
No se puede volver a matar/lo que ya mataron.
No puede morir/ la verdad/cuando ronda por la casa
La verdad/como los muertos/cuando viven/y no mueren.

17 jul 2012

Una casa tan grande como un mundo

Alguna vez fue mi casa tan grande como el mundo
y nos buscábamos entre las habitaciones y la sala
como si fueran ciudades por descubrir.
Siempre quedaban espacios por abarcar, que dejábamos
para más adelante, para cuando existiera pasaporte. 

Todo era tierras hospitalarias, transidas de misterios,
cuadros viejos y sótanos poblados de alimañas y monstruos.
Y todo era infinito:
Todo era ríos, mares, montañas.
Todo era libros por leer.
Todo era canciones por escuchar.
Todo era mujer esperando ser besada.
Todo prometía, todo se aproximaba.

Pero toda casa tiene grietas
Como oscuras gargantas furiosas
Y de afuera comenzaron a llegar miles de viajantes:
Entornaban los ojos y hablaban y eran sabios, profetas,
Genios, visionarios, guerreros o iluminados.
de sus morrales sacaban ramos de luz
historias de reyes generosos y reinas ninfómanas,
de magos alquimistas, caballeros de temple y hacha
y bufones que hacían reír y llorar a un mismo tiempo.

Y como asistir al entierro de nuestro dios
un día descubrí que el mundo
era más grande que aquella casa.
Algo supe, algo aprendí entonces:
se buscan festines y se pierden los dientes,
se busca la viña para saciar la sed y se hallan cardos y peces,
se buscan puertos donde ser bienvenido y se hallan guerras civiles
ángeles en huelga y ecos de marchas militares.

Pero no siempre es tan injusto el camino:
dicen que se aprieta pero no se ahorca,
más bien se ahorca pero no se muere:
se subsiste en agonía, en las sábanas mugrientas,
en los restos de penumbra, en los vasos rojos de tan tristes.
Y pasan días tan veloces como liebres, como ráfagas de risas
que como los relojes borramos la memoria,
y asimos nuestros cuerpos, nos empujamos y caemos,
nos damos la mano y volvemos a empujarnos, olvidando quizá
lo único cierto: buscamos el camino de regreso a casa,
un camino en la oscuridad, entre la niebla y en la imposible distancia.