a una mujer.
a una mujer que regresa sola a casa
a la casa donde vive sola donde riega las plantas
donde teje para la cena
sobras de tostadas y ensalada.
a una mujer que flota suspendida en edad
entre culpa de masturbación y
necesidad de orgasmos y maternidad
a una mujer a la que un hombre lastimó
desequilibrando el equilibrio
de putez y santidad de serenidad y pasión.
a una mujer independiente capaz triste
que repasa los hitos de su biografía
entre sesiones de terapia
entre mudanzas cada dos años
entre horóscopos y baldosas de nostalgia
y alegrías filtradas por los huecos de las ventanas.
a una mujer que le duelen las miserias ajenas
que arroja monedas en las fuentes
que tiene gato, pájaro y sol propio.
que llora hacia dentro del cuerpo
que hacia dentro del cuerpo de otro quiere perderse
perderse en un drama de piel y miserias cotidianas.
a una mujer
que muestra mágica la vincha en su pelo
la falda negra el sacón a cuadros
que sale a la vida enfundada de botas
y sed de encuentros
y regresa sola como hoy
o acompañada a veces
porque a veces no pierde quien no arriesga
y arriesga el té de manzanilla o tilo
a costa de invitar a dormir
al próximo hombre que la dejará.
a una mujer
que tiene la risa en el río
que su bosque tapa el árbol
que la soledad cubre su cielo
que desde la montaña observa
un paisaje de país maculado de lluvias.
a una mujer
que supo de porcelana en los pechos
y el grito de Munch a su espalda
frente al espejo anticipa hoy
el deslucimiento del lienzo.
a una mujer
de quien yo me enamoraría
y que se enamoraría de mí
a esa mujer
que a la segunda copa de vino
y al tercer sueño común
planearía su vida a mi lado
-aunque al cabo de un tiempo se decepcionaría-
y entonces para ahorrarnos en disgustos
jamás nos encontramos en ninguna guardia de hospital
llegando por fiebre en vacaciones de julio
o dejando el taxi que el otro abordará a la calle siguiente
una tarde lluviosa donde nadar
no será sólo hábito de peces.
a una mujer
que absorbe sus días hechos a medida
de la vida de la mariposa volando al sol.
a esa mujer
que cuando regrese sola a casa
en su casa donde vive sola y a veces es feliz
con un ramo de quietud
y promesa de mutuo paraíso
deberás tocarle el timbre y besarle la noche
hundirte en ella quitarle
las manchas de humedad de la mañana
esta tarde esta vida y las que vendrán.
5 oct 2011
1 ago 2011
Lo que flota y lo que se hunde
Como quien de la vida nada espera
Está lo que flota y lo que se hunde
----------------------------
Es apenas esa línea este horizonte en verde
Un punto de partida- hacia abajo o hacia arriba.
Podría contarte cómo vivo
De qué manera transformo el agua en vino,
Aunque mi tiempo apremia (¿en qué forma?)
Y sería tan triste
como aquel lobo enjaulado
sin noche aullante sólo diurno
en franca pérdida de condición.
Lo que flota y lo que se hunde
Es un barco pesquero transgrediendo la línea
Ahora está/ ahora no lo ves.
Y vuelve a aparecer.
La duda de la esencia abriendo
Otra línea:
------------------------
Una herida/ un profundo corte.
¿Podría el segundo whiski traerte a casa?
¿Podría el cuarto devolverte, en vez de llegar este abismo?
Pero el agua no regresa a su recipiente destrozado
Una vez magullado el suelo que pisamos.
Aunque lo intento y le digo a mis pies no caminen.
Y el vaso queda lejos y hace frío para el hielo.
Poliedros que flotan y se hunden.
Como quien de la vida.
Como quien de la vida
Se inventa doliente/ te inventa verde.
Y lo verde no muere.
Flota o se hunde. Pero no muere.
Está lo que flota y lo que se hunde
----------------------------
Es apenas esa línea este horizonte en verde
Un punto de partida- hacia abajo o hacia arriba.
Podría contarte cómo vivo
De qué manera transformo el agua en vino,
Aunque mi tiempo apremia (¿en qué forma?)
Y sería tan triste
como aquel lobo enjaulado
sin noche aullante sólo diurno
en franca pérdida de condición.
Lo que flota y lo que se hunde
Es un barco pesquero transgrediendo la línea
Ahora está/ ahora no lo ves.
Y vuelve a aparecer.
La duda de la esencia abriendo
Otra línea:
------------------------
Una herida/ un profundo corte.
¿Podría el segundo whiski traerte a casa?
¿Podría el cuarto devolverte, en vez de llegar este abismo?
Pero el agua no regresa a su recipiente destrozado
Una vez magullado el suelo que pisamos.
Aunque lo intento y le digo a mis pies no caminen.
Y el vaso queda lejos y hace frío para el hielo.
Poliedros que flotan y se hunden.
Como quien de la vida.
Como quien de la vida
Se inventa doliente/ te inventa verde.
Y lo verde no muere.
Flota o se hunde. Pero no muere.
27 jul 2011
Tu nueva casa
Hablo y te pienso en tu casa
Que no conozco
A la que jamás iré.
Converso del frío/ de la escuela
Del alto costo de vida.
Hablo y pienso en tus otras casas.
Las que conocí.
Departamentos libres o amoblados
En esta u otra ciudad/ céntricos y suburbanos
Pequeños como ratones o grandes como tu cielo.
Hablo y Dios te libre de verme
Viéndote llorar
licenciada del vuelo de otro
otra vez / nuevamente/ como será siempre.
Y hablo y te pienso en el sopor del baño
O yendo de un lado a otro del espacio
Fumando en los intervalos de las novelas
Triste sin saberte triste/ oscura creyéndote clara.
Hablo y me piden brevedad
Y los rodeos sintácticos
Que doy
Te circundan te apresan te devanan
En tu jardín de invierno/ en tu habitación doble
En tu cocina de muñecas/ en tu sala para fumadores.
Hablo y cae la moneda sobre el lomo
Tragedia esperanza/ esperanza tragedia.
La moneda sostenida sobre el lomo
La nada misma. Tu ser en ella.
Hablo y pienso en este poema
Que más tarde escribiré/ que escribo/ escribí
Y que nunca/ nunca/ nunca leerás
Porque aquel hombre
-se entiende quién-
Jamás/ jamás
Regresará.
Que no conozco
A la que jamás iré.
Converso del frío/ de la escuela
Del alto costo de vida.
Hablo y pienso en tus otras casas.
Las que conocí.
Departamentos libres o amoblados
En esta u otra ciudad/ céntricos y suburbanos
Pequeños como ratones o grandes como tu cielo.
Hablo y Dios te libre de verme
Viéndote llorar
licenciada del vuelo de otro
otra vez / nuevamente/ como será siempre.
Y hablo y te pienso en el sopor del baño
O yendo de un lado a otro del espacio
Fumando en los intervalos de las novelas
Triste sin saberte triste/ oscura creyéndote clara.
Hablo y me piden brevedad
Y los rodeos sintácticos
Que doy
Te circundan te apresan te devanan
En tu jardín de invierno/ en tu habitación doble
En tu cocina de muñecas/ en tu sala para fumadores.
Hablo y cae la moneda sobre el lomo
Tragedia esperanza/ esperanza tragedia.
La moneda sostenida sobre el lomo
La nada misma. Tu ser en ella.
Hablo y pienso en este poema
Que más tarde escribiré/ que escribo/ escribí
Y que nunca/ nunca/ nunca leerás
Porque aquel hombre
-se entiende quién-
Jamás/ jamás
Regresará.
20 may 2011
Trejo II
Llegó una tarde a la ciudad.
Llegó a dar una charla sobre la reedición del libro de un amigo.
En la sala, busqué al poeta vital.
Al exiliado, al bebedor, al fuerte, al donoso.
Al de Buenos Aires, al de Santiago y San Pablo.
Al de Nueva York y París. A ese de amigos presos
Y mujeres perdidas haciendo los recuerdos.
En su lugar no había nadie.
Sólo un viejito, casi ciego, que me estrechó la mano suavemente
Ante mi deseo de conocerlo.
Casi no podía hablar, casi no respiraba.
¿De dónde es usted?, preguntó.
De aquí, respondí.
¿Sabe usted que yo nací aquí?, preguntó.
No lo sabía, respondí.
Esa fue nuestra conversación. Luego,
Se acercaron otros. Algunos jóvenes intelectuales.
Otros aparentemente viejos amigos suyos.
Me hice a un lado y retrocedí unos metros.
Lo observé.
Con su única mano móvil, sostenía un bastón.
Volví a observarlo. El pelo cano, los rasgos vencidos.
Un anciano. Salí de la sala.
A fumar. Volví a entrar.
Observé como lo llevaban hasta la mesa de conferencias.
Presentarían una novela. Trejo y dos escritores más.
(Uno inyectaba cordura; el otro estaba sordo).
Una de las mediadoras le sostenía el micrófono.
No hablaba. Hablaban los otros dos.
Relataban anécdotas, contaban chistes y hacían menciones
del novelista, ya fallecido.
Pidió la palabra, luego de oír una graciosa historia
sobre el novelista y ellos.
Dijo primero a la muchacha que sostenía el micrófono:
¿Cómo es tu nombre?
Sofía, dijo ella.
Ah, Sofía, dijo él. Como la capital de Bulgaria.
Y luego agregó, tras un silencio: me olvidé lo que iba a decir.
Otra anécdota cómica, y nuevamente pidió el micrófono.
Dijo: ¿Dónde va todo aquello?
El mediador lo instó a repetirse, ante el silencio en la sala.
Dijo: pregunto dónde va todo aquello.
La sala seguía en silencio.
Preguntó: ¿Cómo es tu nombre?, a la muchacha del micrófono.
Sofía, dijo ella.
Ah, Sofía. Como la capital de Bulgaria.
La gente rió. El no encontró gracia.
Balbuceó algo. La muchacha, sonriendo, le acercó el micrófono.
Dijo: la publicidad… La publicidad nos ha matado.
Hubo un silencio solemne.
La conferencia continuó.
Le siguieron más historias, más anécdotas.
A veces sonreía; a veces no entendía lo que se decía.
Pidió el micrófono nuevamente.
Nuevamente preguntó el nombre de la muchacha.
Nuevamente hizo mención a la capital de Bulgaria.
Habló de jazz, de su madre, de su departamento en el centro.
Siguieron más historias acerca del novelista fallecido
y los mediadores seguían ávidos de hablar sobre el libro.
(Claro, tenían que venderlo).
Por última vez, pidió el micrófono.
Dijo: ante todo, él era mi amigo. Nada más agrego.
Y repitió: él era mi amigo.
Y cedió el micrófono.
Concluida la conferencia,
el mediador invitó a los presentes a tomar una copa de vino.
Yo salí de la sala. Embebido en breve y poderosa poesía.
No me despedí de Mario. Es mi amigo.
Sé que no se ofenderá.
Llegó a dar una charla sobre la reedición del libro de un amigo.
En la sala, busqué al poeta vital.
Al exiliado, al bebedor, al fuerte, al donoso.
Al de Buenos Aires, al de Santiago y San Pablo.
Al de Nueva York y París. A ese de amigos presos
Y mujeres perdidas haciendo los recuerdos.
En su lugar no había nadie.
Sólo un viejito, casi ciego, que me estrechó la mano suavemente
Ante mi deseo de conocerlo.
Casi no podía hablar, casi no respiraba.
¿De dónde es usted?, preguntó.
De aquí, respondí.
¿Sabe usted que yo nací aquí?, preguntó.
No lo sabía, respondí.
Esa fue nuestra conversación. Luego,
Se acercaron otros. Algunos jóvenes intelectuales.
Otros aparentemente viejos amigos suyos.
Me hice a un lado y retrocedí unos metros.
Lo observé.
Con su única mano móvil, sostenía un bastón.
Volví a observarlo. El pelo cano, los rasgos vencidos.
Un anciano. Salí de la sala.
A fumar. Volví a entrar.
Observé como lo llevaban hasta la mesa de conferencias.
Presentarían una novela. Trejo y dos escritores más.
(Uno inyectaba cordura; el otro estaba sordo).
Una de las mediadoras le sostenía el micrófono.
No hablaba. Hablaban los otros dos.
Relataban anécdotas, contaban chistes y hacían menciones
del novelista, ya fallecido.
Pidió la palabra, luego de oír una graciosa historia
sobre el novelista y ellos.
Dijo primero a la muchacha que sostenía el micrófono:
¿Cómo es tu nombre?
Sofía, dijo ella.
Ah, Sofía, dijo él. Como la capital de Bulgaria.
Y luego agregó, tras un silencio: me olvidé lo que iba a decir.
Otra anécdota cómica, y nuevamente pidió el micrófono.
Dijo: ¿Dónde va todo aquello?
El mediador lo instó a repetirse, ante el silencio en la sala.
Dijo: pregunto dónde va todo aquello.
La sala seguía en silencio.
Preguntó: ¿Cómo es tu nombre?, a la muchacha del micrófono.
Sofía, dijo ella.
Ah, Sofía. Como la capital de Bulgaria.
La gente rió. El no encontró gracia.
Balbuceó algo. La muchacha, sonriendo, le acercó el micrófono.
Dijo: la publicidad… La publicidad nos ha matado.
Hubo un silencio solemne.
La conferencia continuó.
Le siguieron más historias, más anécdotas.
A veces sonreía; a veces no entendía lo que se decía.
Pidió el micrófono nuevamente.
Nuevamente preguntó el nombre de la muchacha.
Nuevamente hizo mención a la capital de Bulgaria.
Habló de jazz, de su madre, de su departamento en el centro.
Siguieron más historias acerca del novelista fallecido
y los mediadores seguían ávidos de hablar sobre el libro.
(Claro, tenían que venderlo).
Por última vez, pidió el micrófono.
Dijo: ante todo, él era mi amigo. Nada más agrego.
Y repitió: él era mi amigo.
Y cedió el micrófono.
Concluida la conferencia,
el mediador invitó a los presentes a tomar una copa de vino.
Yo salí de la sala. Embebido en breve y poderosa poesía.
No me despedí de Mario. Es mi amigo.
Sé que no se ofenderá.
Juego de ajedrez
Como el otro, este juego es infinito
J. L. Borges
J. L. Borges
(Nunca he sido un buen jugador de ajedrez, por eso:)
Juego a defenderme, a no morir tan pronto.
Mis peones se arrastran, protegen mis caprichos de rey,
En mi cansancio me observo y observo al contrario,
Corren los días, sutiles, corrientes o alucinados,
El contrario (el infalible) trama jugadas perfectas,
Que apenas logro neutralizar.
Se toma su tiempo: juego el juego y él juega conmigo.
Muevo los caballos, e indómitos
se alejan de mí.
Muevo los alfiles, e inútiles
son engullidos sin resistencia.
Enroco una torre, descubro la otra,
las comen, me cercan, se llevan mi dama.
Nada me queda por dar, sólo dos o tres pasos,
Antes de finalizar.
Saludo, con dignidad.
Nunca he sido un buen jugador.
Juego a defenderme, a no morir tan pronto.
Mis peones se arrastran, protegen mis caprichos de rey,
En mi cansancio me observo y observo al contrario,
Corren los días, sutiles, corrientes o alucinados,
El contrario (el infalible) trama jugadas perfectas,
Que apenas logro neutralizar.
Se toma su tiempo: juego el juego y él juega conmigo.
Muevo los caballos, e indómitos
se alejan de mí.
Muevo los alfiles, e inútiles
son engullidos sin resistencia.
Enroco una torre, descubro la otra,
las comen, me cercan, se llevan mi dama.
Nada me queda por dar, sólo dos o tres pasos,
Antes de finalizar.
Saludo, con dignidad.
Nunca he sido un buen jugador.
28 abr 2011
Reloj de arena
busco amparo en la palabra
en el vértigo inmóvil del ejercicio de ser
casi amante, casi padre, casi individuo,
casi ratón o proteo en una muchedumbre,
intentando definir sobre la cuerda
el lugar de la trama,
rearmar el todo
con los fragmentos del suelo,
trozos de salitre y agua bajo el cuerpo oxidado,
visto así hay más espacio para el caos,
cuando el tiempo y no las cosas se suceden,
pasan los segundos, pasan los minutos,
parecen correr despiadadas las horas,
los inviernos entre cafés y abrigos fatigados,
los otoños evocando primaveras,
las primaveras desgastadas,
todo parece guardar algo más que los secretos de Ceres,
algo vedado a la imaginación del hombre,
del profano y del asceta,
algo escondido bajo siete llaves,
porque no hay una sola realidad al cruzar el prisma:
son siete los colores,
son múltiplos de siete los caminos
anunciados desde los ministerios del odio,
donde legislan al sonámbulo, donde
erigen fríos edificios donde casas abandonadas,
donde relojes de arena proyectan sombra,
a la vera de una ruta que recorremos
sin detenernos un solo instante,
para atravesar el surco que nos divide de nosotros,
no tardes, que pronto te devuelva el viento,
pasan los minutos, corren las horas,
los pájaros presagian las luces, son días sombríos,
vamos de la nada a lo inexplicable
del hueco al abismo, del ser regresamos a la nada,
otra vez apuntes viejos encontrados en libros,
(eficiencia visual: clínico-funciones-recursos
--------
nuclea toda la ciudad, incluido Hudson.
30/10/05 viajamos ligero como los pájaros
fin de semana en Uruguay $120
registro de la propiedad intelectual: a vencer el 27/7/08
la oposición encontrando manipulación.
muñeca como representación icónica)
otra vez el vaso de cerveza debatiendo,
<<¿ no estás de acuerdo con una unión latinoamericana?>>,
<<¿todavía buscás pruebas?>> o
¿el escepticismo nos está haciendo creyentes?
creyente de su regreso, pienso, y nunca lo digo, claro,
porque la Monteverde es la ventana
donde asomarse al mudo espanto, que corre veloz,
como los minutos, como las horas,
como aquella que fue tu vida,
resumida en un jardín de violetas y jazmines,
con su aroma recorriendo las galerías de mi memoria
pisadas las flores marchitas, queda sólo
el consuelo de la imagen, el sabor de tu tierna reproducción,
eternamente fumando sentada en la cama,
envuelta en mis costillas o en mi camisa negra,
previendo los días sombríos que habrían de venir
y vaya si vinieron, pienso, y lo escribo,
y pienso y escribo las voces que nos hablan
y converso y discuto con ellas, con mi padre, mi madre,
con Horacio, que no cree en la muerte a pesar de saberla cierta,
con el viejo de sonrisa ladina o el vendedor ambulante,
todos perdidos sin final ni distancia,
porque se los puede tocar, ver y oír,
porque el cuerpo se estremece en estertores al hacerlo
porque nos acarician las voces que nos reclaman,
como las de los benteveos que hoy te anuncian,
¿vendrá tu cara de orgasmo?, ¿y tu sonrisa despiadada?
vendrán muchas otras cosas, vendrá Vallejo muerto de hambre,
vendrá el libro de gramática, vendrán mis alumnos,
vendrá yo, vos, ella y nosotros, vendrán oraciones adversativas,
(no me tendrás en el cuerpo, sino en el aire)
¿Vendrá la muerte y tendrá tus ojos?
¿vendrá la vida en Dafne que duerme en casa?
vendrán muchas otras cosas, vendrá el canto del pájaro,
anunciándome en alguna casa que no conozco,
que sin auto, sin dinero, como siempre,
que qué me importa manejar, que qué me importa el dinero,
que qué vamos a hacer ahora que somos tres
que las escuelas y las clases y la lectura,
que tus diarios que no me atrevo a leer,
que debemos vivir no por nosotros, sino por Dafne,
y de regreso las oraciones adversativas,
como dos componentes opuestos unidos, articulados,
que nada importa si no estás, pero sí estoy, en ella estoy,
y de su mano cosas que tendrán que llegar,
(no te quedes en el umbral, entrá),
tenés la suavidad de un cuchillo,
tan astuta que pasa mango por hoja
detesto el campo en penumbras, es lo más parecido a la muerte
¿lo único similar a la muerte será la muerte?
(te enojás, lo sé, y no acudirás al llamado de los benteveos)
harta como estás de tanta poesía triste,
de tanta solitaria soledad y de tanto tiempo violento
en huesos quebrados y axiomas de la tragedia,
quizás harta de los días sombríos, quizás harta
de las palabras madriguera, guarida, responso, cárcel, ,
si cárcel es todo aquello que nos limita,
cárcel es la casa sin vos o sin usted
cárcel son los cigarros que provocan la carraspera
que me impide dormir,
cárcel es el camino que elegimos porque
quedaron otros sin recorrer,
cárcel son mis demonios bajo la cama,
cárcel es la frontera derrumbada de mi paciencia,
y son estos días sombríos, estas estructuras
endebles sobre bases poco profundas,
que el viento guiará llevándolas
hacia otras tierras inhóspitas,
viste, tenía razón, la crisálida de mi amor
regenera en miles de mariposas,
convexo tu pecho hace más fuerte el abrazo
y qué había antes que yo, Oscuridad y nada más,
y de regreso al compás del trinar de los pájaros,
auscultada la nostalgia se vuelve a la necesidad de felicidad,
¿sabés?, Dafne ya camina,
balbucea en un lenguaje ininteligible,
ajah, ahhh, ammm, a-a-a-a-a-a-a-a-a-a,
y golpetea y estira los brazos, como queriendo
deshacer la mesa, atomizar el agua que cayó del vaso,
como queriendo defender su mundo,
que es todo lo que está a su alcance,
todo lo que sus sentidos descubren,
ese paraíso que le será arrebatado,
esa porción de seguridad que le será arrancada,
como a todo ser humano, hombre o mujer o engendro,
y es que todo se repite, en lo cíclico ronda la perversión,
porque le será dado oír una alarma y saber la tragedia acercándose:
las calles royendo a sus transeúntes,
los alambrados desollando los paisajes,
los árboles lacerando de dióxido la atmósfera,
alguna peste, más guerras, la sequía prevista,
solidaridad, las fauces de la pasión, aburrimiento dominical,
comprensión parcial de las cosas, desesperación,
miasmas, galopes, reclamos, sueños, fulgores de metralla,
confusión, compromiso, batallas perdidas y llamados equívocos,
buscará en los rincones un germen de esperanza,
y encontrará el polvo ganando los zócalos,
la madera, los silencios heredados,
dudará entre el sonido y el sentido,
(misteriosos contornos de un mismo temor)
será el miedo balanceándose entre sus dos cadencias,
miedo que paraliza
miedo que tortura
miedo que cercena la impresión de los días
de los días sombríos que nos van formando,
formando y deformando,
a imagen y semejanza de nuestras sombras,
sombras con las que jugábamos,
sombras que éramos, que somos y seremos,
sombra que se acerca,
la tuya, que quita los ladrillos,
dejándome observar el claro,
poniendo a mis pies y fuera de mis manos
el paraíso perdido,
que deserta de nosotros, que se consume
hasta reducirse a cenizas,
cenizas grises, de cuantos matices gustes,
queríamos todo o nada: el paraíso o el caos,
el reverdecer o la sequedad,
la juventud eterna o el lecho donde postrarnos,
y así andábamos, clavos sin cabeza,
pájaros sin alas, médium en futuro incierto,
que qué buscabas, aquel vino que tanto te gusta,
¿podrás creerlo?, el minotauro apenas se defendió,
acogedora casa de Asterión la tuya,
quién de los dos es el monstruo, vos o yo o yo o vos,
(y onomatopeya de risas)
hasta que de los balcones resurgía la realidad,
(una realidad hoy paralela, claro está)
la realidad en forma de agua cayendo,
(cayendo sobre nosotros y a pesar nuestro)
y tus insultos y mis risas más fuertes
y el agua cayendo nuevamente y tus insultos
y mis risas y la espiral fortuita hasta
la llegada de los leones,
y nosotros burlando la geometría citadina
evitando las fauces de la policía,
cruzábamos ese laberinto diminuto que era tu habitación
que nos asfixiaba de la cabeza a los pies,
podríamos desnudarnos y no seríamos más felices,
podríamos fabricar el amor
como se fabrica una herramienta
y aún así el sexo sería inútil
porque no sabríamos cómo usarlo
para abrir la puerta de la habitación
y escaparnos
ninguno hablaba pero sabíamos
que nada habíamos aprendido,
cuando sonó el teléfono, cuando explotó el teléfono
cuando nos laceraron sus esquirlas
las voces resonando,
golpearon cuando te quitaba el cable enrulado del cuello
salvados otra vez
hasta cuándo nos durará la suerte,
hasta que del próximo diluvio lluevan esperanzas,
y entonces bailaste catala,
y en ese baile comenzaba nuestra feria del libro:
lápices y discos duros repartían copas de vino,
novelistas y poetas fallecidos se estrechaban las manos
amigos y antiguos amantes conversaban acerca de música y el tiempo,
el contorno de la habitación se cernía, les pedíamos a los concurrentes
que mantuvieran la calma, todo era parte del juego,
algunos bostezaban, otros aplaudían,
era la gloria o la ruina vista desde un mismo centro,
y así volvíamos al mundo,
así, asomados a sus grandes miserias
nuestros corazones respiraban aire puro,
no han de ser tan grandes nuestros pecados,
aunque la muerte circule por acá, nos reconciliamos con la vida
cerrá esa ventana, por favor, el aire se está viciando,
sin embargo puede un pájaro elegir hacia dónde volar,
puede un pez elegir hacia dónde nadar,
y puede un hombre elegir hacia dónde,
dónde, dónde, dónde,
por la Monteverde hacia Dafne,
hacia la única porción de humanidad
que le queda a estas vísceras llamadas humanidad,
ternura de sonrisa, llanto sin culpa,
ojos inmortales, verde bondad,
que duerme en su lecho de romance con algún ángel
que derrumba los siglos de los siglos,
que descifra lenguas muertas y oídos sordos,
que se vuelve ser en el objeto y figura en los planos,
que se vuelve calles y voluntades,
que se vuelve cientos y miles de Dafne,
que se vuelve hilo de la tela de la vestimenta,
de la vestimenta del fantasma
que espanta, que insiste, que busca
y sólo asusta en lo real de las oficinas, de las aulas
y los ascensores, de los notarios y abogados y semióticos
de mi escritura en soledad, del panfleto lóbrego que da forma
a la maratón de minutos y horas, del sin sentido pertinaz
y elocuente en la rutina de tu partida diaria.
en el vértigo inmóvil del ejercicio de ser
casi amante, casi padre, casi individuo,
casi ratón o proteo en una muchedumbre,
intentando definir sobre la cuerda
el lugar de la trama,
rearmar el todo
con los fragmentos del suelo,
trozos de salitre y agua bajo el cuerpo oxidado,
visto así hay más espacio para el caos,
cuando el tiempo y no las cosas se suceden,
pasan los segundos, pasan los minutos,
parecen correr despiadadas las horas,
los inviernos entre cafés y abrigos fatigados,
los otoños evocando primaveras,
las primaveras desgastadas,
todo parece guardar algo más que los secretos de Ceres,
algo vedado a la imaginación del hombre,
del profano y del asceta,
algo escondido bajo siete llaves,
porque no hay una sola realidad al cruzar el prisma:
son siete los colores,
son múltiplos de siete los caminos
anunciados desde los ministerios del odio,
donde legislan al sonámbulo, donde
erigen fríos edificios donde casas abandonadas,
donde relojes de arena proyectan sombra,
a la vera de una ruta que recorremos
sin detenernos un solo instante,
para atravesar el surco que nos divide de nosotros,
no tardes, que pronto te devuelva el viento,
pasan los minutos, corren las horas,
los pájaros presagian las luces, son días sombríos,
vamos de la nada a lo inexplicable
del hueco al abismo, del ser regresamos a la nada,
otra vez apuntes viejos encontrados en libros,
(eficiencia visual: clínico-funciones-recursos
--------
nuclea toda la ciudad, incluido Hudson.
30/10/05 viajamos ligero como los pájaros
fin de semana en Uruguay $120
registro de la propiedad intelectual: a vencer el 27/7/08
la oposición encontrando manipulación.
muñeca como representación icónica)
otra vez el vaso de cerveza debatiendo,
<<¿ no estás de acuerdo con una unión latinoamericana?>>,
<<¿todavía buscás pruebas?>> o
¿el escepticismo nos está haciendo creyentes?
creyente de su regreso, pienso, y nunca lo digo, claro,
porque la Monteverde es la ventana
donde asomarse al mudo espanto, que corre veloz,
como los minutos, como las horas,
como aquella que fue tu vida,
resumida en un jardín de violetas y jazmines,
con su aroma recorriendo las galerías de mi memoria
pisadas las flores marchitas, queda sólo
el consuelo de la imagen, el sabor de tu tierna reproducción,
eternamente fumando sentada en la cama,
envuelta en mis costillas o en mi camisa negra,
previendo los días sombríos que habrían de venir
y vaya si vinieron, pienso, y lo escribo,
y pienso y escribo las voces que nos hablan
y converso y discuto con ellas, con mi padre, mi madre,
con Horacio, que no cree en la muerte a pesar de saberla cierta,
con el viejo de sonrisa ladina o el vendedor ambulante,
todos perdidos sin final ni distancia,
porque se los puede tocar, ver y oír,
porque el cuerpo se estremece en estertores al hacerlo
porque nos acarician las voces que nos reclaman,
como las de los benteveos que hoy te anuncian,
¿vendrá tu cara de orgasmo?, ¿y tu sonrisa despiadada?
vendrán muchas otras cosas, vendrá Vallejo muerto de hambre,
vendrá el libro de gramática, vendrán mis alumnos,
vendrá yo, vos, ella y nosotros, vendrán oraciones adversativas,
(no me tendrás en el cuerpo, sino en el aire)
¿Vendrá la muerte y tendrá tus ojos?
¿vendrá la vida en Dafne que duerme en casa?
vendrán muchas otras cosas, vendrá el canto del pájaro,
anunciándome en alguna casa que no conozco,
que sin auto, sin dinero, como siempre,
que qué me importa manejar, que qué me importa el dinero,
que qué vamos a hacer ahora que somos tres
que las escuelas y las clases y la lectura,
que tus diarios que no me atrevo a leer,
que debemos vivir no por nosotros, sino por Dafne,
y de regreso las oraciones adversativas,
como dos componentes opuestos unidos, articulados,
que nada importa si no estás, pero sí estoy, en ella estoy,
y de su mano cosas que tendrán que llegar,
(no te quedes en el umbral, entrá),
tenés la suavidad de un cuchillo,
tan astuta que pasa mango por hoja
detesto el campo en penumbras, es lo más parecido a la muerte
¿lo único similar a la muerte será la muerte?
(te enojás, lo sé, y no acudirás al llamado de los benteveos)
harta como estás de tanta poesía triste,
de tanta solitaria soledad y de tanto tiempo violento
en huesos quebrados y axiomas de la tragedia,
quizás harta de los días sombríos, quizás harta
de las palabras madriguera, guarida, responso, cárcel, ,
si cárcel es todo aquello que nos limita,
cárcel es la casa sin vos o sin usted
cárcel son los cigarros que provocan la carraspera
que me impide dormir,
cárcel es el camino que elegimos porque
quedaron otros sin recorrer,
cárcel son mis demonios bajo la cama,
cárcel es la frontera derrumbada de mi paciencia,
y son estos días sombríos, estas estructuras
endebles sobre bases poco profundas,
que el viento guiará llevándolas
hacia otras tierras inhóspitas,
viste, tenía razón, la crisálida de mi amor
regenera en miles de mariposas,
convexo tu pecho hace más fuerte el abrazo
y qué había antes que yo, Oscuridad y nada más,
y de regreso al compás del trinar de los pájaros,
auscultada la nostalgia se vuelve a la necesidad de felicidad,
¿sabés?, Dafne ya camina,
balbucea en un lenguaje ininteligible,
ajah, ahhh, ammm, a-a-a-a-a-a-a-a-a-a,
y golpetea y estira los brazos, como queriendo
deshacer la mesa, atomizar el agua que cayó del vaso,
como queriendo defender su mundo,
que es todo lo que está a su alcance,
todo lo que sus sentidos descubren,
ese paraíso que le será arrebatado,
esa porción de seguridad que le será arrancada,
como a todo ser humano, hombre o mujer o engendro,
y es que todo se repite, en lo cíclico ronda la perversión,
porque le será dado oír una alarma y saber la tragedia acercándose:
las calles royendo a sus transeúntes,
los alambrados desollando los paisajes,
los árboles lacerando de dióxido la atmósfera,
alguna peste, más guerras, la sequía prevista,
solidaridad, las fauces de la pasión, aburrimiento dominical,
comprensión parcial de las cosas, desesperación,
miasmas, galopes, reclamos, sueños, fulgores de metralla,
confusión, compromiso, batallas perdidas y llamados equívocos,
buscará en los rincones un germen de esperanza,
y encontrará el polvo ganando los zócalos,
la madera, los silencios heredados,
dudará entre el sonido y el sentido,
(misteriosos contornos de un mismo temor)
será el miedo balanceándose entre sus dos cadencias,
miedo que paraliza
miedo que tortura
miedo que cercena la impresión de los días
de los días sombríos que nos van formando,
formando y deformando,
a imagen y semejanza de nuestras sombras,
sombras con las que jugábamos,
sombras que éramos, que somos y seremos,
sombra que se acerca,
la tuya, que quita los ladrillos,
dejándome observar el claro,
poniendo a mis pies y fuera de mis manos
el paraíso perdido,
que deserta de nosotros, que se consume
hasta reducirse a cenizas,
cenizas grises, de cuantos matices gustes,
queríamos todo o nada: el paraíso o el caos,
el reverdecer o la sequedad,
la juventud eterna o el lecho donde postrarnos,
y así andábamos, clavos sin cabeza,
pájaros sin alas, médium en futuro incierto,
que qué buscabas, aquel vino que tanto te gusta,
¿podrás creerlo?, el minotauro apenas se defendió,
acogedora casa de Asterión la tuya,
quién de los dos es el monstruo, vos o yo o yo o vos,
(y onomatopeya de risas)
hasta que de los balcones resurgía la realidad,
(una realidad hoy paralela, claro está)
la realidad en forma de agua cayendo,
(cayendo sobre nosotros y a pesar nuestro)
y tus insultos y mis risas más fuertes
y el agua cayendo nuevamente y tus insultos
y mis risas y la espiral fortuita hasta
la llegada de los leones,
y nosotros burlando la geometría citadina
evitando las fauces de la policía,
cruzábamos ese laberinto diminuto que era tu habitación
que nos asfixiaba de la cabeza a los pies,
podríamos desnudarnos y no seríamos más felices,
podríamos fabricar el amor
como se fabrica una herramienta
y aún así el sexo sería inútil
porque no sabríamos cómo usarlo
para abrir la puerta de la habitación
y escaparnos
ninguno hablaba pero sabíamos
que nada habíamos aprendido,
cuando sonó el teléfono, cuando explotó el teléfono
cuando nos laceraron sus esquirlas
las voces resonando,
golpearon cuando te quitaba el cable enrulado del cuello
salvados otra vez
hasta cuándo nos durará la suerte,
hasta que del próximo diluvio lluevan esperanzas,
y entonces bailaste catala,
y en ese baile comenzaba nuestra feria del libro:
lápices y discos duros repartían copas de vino,
novelistas y poetas fallecidos se estrechaban las manos
amigos y antiguos amantes conversaban acerca de música y el tiempo,
el contorno de la habitación se cernía, les pedíamos a los concurrentes
que mantuvieran la calma, todo era parte del juego,
algunos bostezaban, otros aplaudían,
era la gloria o la ruina vista desde un mismo centro,
y así volvíamos al mundo,
así, asomados a sus grandes miserias
nuestros corazones respiraban aire puro,
no han de ser tan grandes nuestros pecados,
aunque la muerte circule por acá, nos reconciliamos con la vida
cerrá esa ventana, por favor, el aire se está viciando,
sin embargo puede un pájaro elegir hacia dónde volar,
puede un pez elegir hacia dónde nadar,
y puede un hombre elegir hacia dónde,
dónde, dónde, dónde,
por la Monteverde hacia Dafne,
hacia la única porción de humanidad
que le queda a estas vísceras llamadas humanidad,
ternura de sonrisa, llanto sin culpa,
ojos inmortales, verde bondad,
que duerme en su lecho de romance con algún ángel
que derrumba los siglos de los siglos,
que descifra lenguas muertas y oídos sordos,
que se vuelve ser en el objeto y figura en los planos,
que se vuelve calles y voluntades,
que se vuelve cientos y miles de Dafne,
que se vuelve hilo de la tela de la vestimenta,
de la vestimenta del fantasma
que espanta, que insiste, que busca
y sólo asusta en lo real de las oficinas, de las aulas
y los ascensores, de los notarios y abogados y semióticos
de mi escritura en soledad, del panfleto lóbrego que da forma
a la maratón de minutos y horas, del sin sentido pertinaz
y elocuente en la rutina de tu partida diaria.
19 ene 2011
La Tarde
Fumando
Compuesto de partículas elementales
Frente a la ventana del patio interno donde
se dan cita: origen- destino- final.
Vuelan cenizas
Algo acaba de morir.
Alguien me espera llegar.
Alguien ya no me espera.
Yo espero a alguien.
Buenas tardes, don Vicente. Buenas tardes, don Roberto.
Vuestros libros me acompañan.
Fumando…
Hecho de partículas elementales, indivisibles.
Hay un horizonte. Es nuestro.
Donde no llega el cáncer, un accidente, un asesinato.
Algo agoniza en la tarde
Algo se detiene en la tarde
Algo muere en la tarde.
Alguien ya no me esperará llegar.
Alguien ya no me esperará.
Sin embargo, yo seguiré esperando.
La espera
mi partícula elemental.
El horizonte
donde vuele la agonía.
La agonía
lo que muera en la tarde.
Compuesto de partículas elementales
Frente a la ventana del patio interno donde
se dan cita: origen- destino- final.
Vuelan cenizas
Algo acaba de morir.
Alguien me espera llegar.
Alguien ya no me espera.
Yo espero a alguien.
Buenas tardes, don Vicente. Buenas tardes, don Roberto.
Vuestros libros me acompañan.
Fumando…
Hecho de partículas elementales, indivisibles.
Hay un horizonte. Es nuestro.
Donde no llega el cáncer, un accidente, un asesinato.
Algo agoniza en la tarde
Algo se detiene en la tarde
Algo muere en la tarde.
Alguien ya no me esperará llegar.
Alguien ya no me esperará.
Sin embargo, yo seguiré esperando.
La espera
mi partícula elemental.
El horizonte
donde vuele la agonía.
La agonía
lo que muera en la tarde.
Caja de música
Al auxilio de nosotros mismos
Abriste la tapa de aquella caja.
Voló el polvo como los pesares.
Y sólo quedó la música
Y la bailarina girando girando girando.
Sin palabras, tomados de las manos
La música calmó nuestras fieras.
La música nos amaba.
La música cesó.
Se deshizo en miles de angustias para tu silencio.
Al rescate de nosotros mismos le di cuerda.
Pero la bailarina no giraba, la melodía ya no era la misma.
¿Qué cambió la dirección del azar en aquel instante?
¿Acaso osciló ciega la luz proyectada de las sombras?
¿Qué palabras debimos decirnos y callamos?
Lo rompiste, dijo.
Como siempre, tienen razón.
Abriste la tapa de aquella caja.
Voló el polvo como los pesares.
Y sólo quedó la música
Y la bailarina girando girando girando.
Sin palabras, tomados de las manos
La música calmó nuestras fieras.
La música nos amaba.
La música cesó.
Se deshizo en miles de angustias para tu silencio.
Al rescate de nosotros mismos le di cuerda.
Pero la bailarina no giraba, la melodía ya no era la misma.
¿Qué cambió la dirección del azar en aquel instante?
¿Acaso osciló ciega la luz proyectada de las sombras?
¿Qué palabras debimos decirnos y callamos?
Lo rompiste, dijo.
Como siempre, tienen razón.
Al Ello
Perdóname por tanta reverberación de espíritu
por lavarme las manos antes de tiempo,
perdóname por matar agonías en lugar de columpiarlas
(para que lleven y traigan consigo a las mujeres que me quisieron),
por guardar en un bolsillo la vanidad
y agujerearlo por detrás para evitar la vergüenza.
Perdóname por el español neutro, perdóname,
por explorar con cartas de amor tu memoria de niño consentido
o de dios todopoderoso o de maní dentro de la cáscara cerebral,
perdóname, perdóname, por dar clases y escribir, pero no me perdones
por hacerlo cuando se me viene en gana, perdóname por hacerlo
de forma metódica, organizada, perdóname, paladín del caos,
repito, perdóname, me quisiste vagabundo, croto, linyera,
marinero, prostituto, tumbado al son de la milonga,
me ansiaste flaco rocín errante caballero, país muriendo,
carroza real magnicida abdicante de la razón, destruyendo todo a mi paso,
como un huno ebrio y desenfocado y distorsionado
así me quisiste, así me soñaste, así gobernaste estas estructuras psíquicas,
torre de Babel en llamas, Sodoma y Gomorra aún más depravadas,
catorce y veintiún y veintiocho plagas cayendo, que se moderan,
ceden y amainan, cuando cae enero, hago el amor y la cama,
acomodo la alfombra, bebo de un vaso y brindo a tu salud.
por lavarme las manos antes de tiempo,
perdóname por matar agonías en lugar de columpiarlas
(para que lleven y traigan consigo a las mujeres que me quisieron),
por guardar en un bolsillo la vanidad
y agujerearlo por detrás para evitar la vergüenza.
Perdóname por el español neutro, perdóname,
por explorar con cartas de amor tu memoria de niño consentido
o de dios todopoderoso o de maní dentro de la cáscara cerebral,
perdóname, perdóname, por dar clases y escribir, pero no me perdones
por hacerlo cuando se me viene en gana, perdóname por hacerlo
de forma metódica, organizada, perdóname, paladín del caos,
repito, perdóname, me quisiste vagabundo, croto, linyera,
marinero, prostituto, tumbado al son de la milonga,
me ansiaste flaco rocín errante caballero, país muriendo,
carroza real magnicida abdicante de la razón, destruyendo todo a mi paso,
como un huno ebrio y desenfocado y distorsionado
así me quisiste, así me soñaste, así gobernaste estas estructuras psíquicas,
torre de Babel en llamas, Sodoma y Gomorra aún más depravadas,
catorce y veintiún y veintiocho plagas cayendo, que se moderan,
ceden y amainan, cuando cae enero, hago el amor y la cama,
acomodo la alfombra, bebo de un vaso y brindo a tu salud.
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